jueves, 27 de marzo de 2008

Los inmortales

A 32 años del golpe de Estado, justicia y memoria

Durante una larga noche sin luna y sin estrellas
Los inmortales iniciaron su viaje hacia la nada.
Cientos y miles caminaron sin huellas
Y se perdieron, eternos, como las esperanzas.
Un par de gritos mudos, una ciudad dormida,
Un adiós infinito y una tumba vacía.

Entonces mis doce años fatigaban infancia
Y el monstruo de la noche sin luna y sin estrellas
Tenía una entidad demoníaca y mágica.
Los hombres le temían y evitaban las sombras.
Conjuraban su hechizo con éxodo y mordaza,
Cerrojos que cerraron las bocas y las casas.

Mientras, los inmortales, librados a su suerte,
Volvíanse fantasmas. En el límite difuso de la vida y la muerte
Eran vivos murientes, eran muertos vivientes.
El monstruo de la noche desterró el paraíso:
La vida era un infierno, la muerte un purgatorio
Y el alma condenada a vagar en el limbo.

Perdida la inocencia, una luna brillante
Hirió los ojos ciegos. El horror se ilumina, la sombra se evanesce
Y el monstruo que regresa maltrecho a su guarida,
La historia se reescribe con los nombres ausentes
-aún los inmortales le temen al olvido-
Entonces yo recuerdo de una vez miles de vidas:
Un par de gritos mudos, una ciudad dormida,
Un adiós infinito y una tumba vacía.

sábado, 1 de marzo de 2008

Antonin y yo

Hay una nada existencial que asfixia los sentidos:
La angustia nace justo en la boca del estómago
Y sube como un ácido que quema la garganta,
Enmudece el grito, reseca las lágrimas
Y estalla en el cerebro como una bomba H.
Nada hay en ella porque es nada:
No es dolor ni sufrimiento ni azul melancolía.
Es la angustia despojada de razones.
Es la ausencia del fuego de la vida.

Hay otra nada que se abre alucinada
Con el estímulo mágico de la química.
Estruja los sesos: los succiona, los mastica, los escupe
Y los devuelve, macerados en el licor de la locura.
Esta angustia se parece a un laberinto
Donde el hilo de Ariadna es el exceso
Y el Minotauro que acecha es el espíritu.

Prefiero caminar por la cornisa invisible
De una angustia que me desbarranque a la conciencia.
Prefiero retorcerme en mi lúcido abismo.
No quiero tu humo balsámico del opio:
Soy mortal. Déjame morir un poco cada día.