Hay una nada existencial que asfixia los sentidos:
La angustia nace justo en la boca del estómago
Y sube como un ácido que quema la garganta,
Enmudece el grito, reseca las lágrimas
Y estalla en el cerebro como una bomba H.
Nada hay en ella porque es nada:
No es dolor ni sufrimiento ni azul melancolía.
Es la angustia despojada de razones.
Es la ausencia del fuego de la vida.
Hay otra nada que se abre alucinada
Con el estímulo mágico de la química.
Estruja los sesos: los succiona, los mastica, los escupe
Y los devuelve, macerados en el licor de la locura.
Esta angustia se parece a un laberinto
Donde el hilo de Ariadna es el exceso
Y el Minotauro que acecha es el espíritu.
Prefiero caminar por la cornisa invisible
De una angustia que me desbarranque a la conciencia.
Prefiero retorcerme en mi lúcido abismo.
No quiero tu humo balsámico del opio:
Soy mortal. Déjame morir un poco cada día.
sábado, 1 de marzo de 2008
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