martes, 6 de mayo de 2008

Habanera

Para Octavio Carreras Leal, mi hermano

Las ciudades con mar tienen un olor especial
como de vientos salados que se mecen rebeldes.
Sus puertos multicolores y ajetreados
llevan y traen aromas de sudores y de peces,
que se esparcen por las calles con la brisa
y las acunan amorosos por las noches.

Hay una ciudad con mar que huele diferente,
distinto a cualquier mar y a cualquier puerto.
Primero es una vaharada dulce y penetrante,
como de frutas maduras, como de hombres en celo.
Vapores de mangos y de estrellas que embriagan,
como rones añejos, como sones sensuales.

Después se abre, como los corazones.
El perfume acepta los matices salinos
que generosamente regala el agua interminable
y el frescor relajante de árboles inmensos.
Pareciera que quisiera acomodarse
al olor especial de las ciudades con puerto.

Pero no. Siempre se subleva:
retornan victoriosas orquídeas y papayas.
Entonces, como una ráfaga indecente
reaparece la dulzura que emborracha.
Y me dejo seducir, sin resistencia.
Me entrego mansamente al olor de La Habana.

jueves, 27 de marzo de 2008

Los inmortales

A 32 años del golpe de Estado, justicia y memoria

Durante una larga noche sin luna y sin estrellas
Los inmortales iniciaron su viaje hacia la nada.
Cientos y miles caminaron sin huellas
Y se perdieron, eternos, como las esperanzas.
Un par de gritos mudos, una ciudad dormida,
Un adiós infinito y una tumba vacía.

Entonces mis doce años fatigaban infancia
Y el monstruo de la noche sin luna y sin estrellas
Tenía una entidad demoníaca y mágica.
Los hombres le temían y evitaban las sombras.
Conjuraban su hechizo con éxodo y mordaza,
Cerrojos que cerraron las bocas y las casas.

Mientras, los inmortales, librados a su suerte,
Volvíanse fantasmas. En el límite difuso de la vida y la muerte
Eran vivos murientes, eran muertos vivientes.
El monstruo de la noche desterró el paraíso:
La vida era un infierno, la muerte un purgatorio
Y el alma condenada a vagar en el limbo.

Perdida la inocencia, una luna brillante
Hirió los ojos ciegos. El horror se ilumina, la sombra se evanesce
Y el monstruo que regresa maltrecho a su guarida,
La historia se reescribe con los nombres ausentes
-aún los inmortales le temen al olvido-
Entonces yo recuerdo de una vez miles de vidas:
Un par de gritos mudos, una ciudad dormida,
Un adiós infinito y una tumba vacía.

sábado, 1 de marzo de 2008

Antonin y yo

Hay una nada existencial que asfixia los sentidos:
La angustia nace justo en la boca del estómago
Y sube como un ácido que quema la garganta,
Enmudece el grito, reseca las lágrimas
Y estalla en el cerebro como una bomba H.
Nada hay en ella porque es nada:
No es dolor ni sufrimiento ni azul melancolía.
Es la angustia despojada de razones.
Es la ausencia del fuego de la vida.

Hay otra nada que se abre alucinada
Con el estímulo mágico de la química.
Estruja los sesos: los succiona, los mastica, los escupe
Y los devuelve, macerados en el licor de la locura.
Esta angustia se parece a un laberinto
Donde el hilo de Ariadna es el exceso
Y el Minotauro que acecha es el espíritu.

Prefiero caminar por la cornisa invisible
De una angustia que me desbarranque a la conciencia.
Prefiero retorcerme en mi lúcido abismo.
No quiero tu humo balsámico del opio:
Soy mortal. Déjame morir un poco cada día.

miércoles, 20 de febrero de 2008

Concierto salzburgués

Miro en los ojos de ese río de piedra
que transpira la helada cadera de los Alpes.
Desde el puente espero la nota que me falta,
la ráfaga fugaz de tu genio sin tiempo.
Te escucho, joven Wolfgang de doscientos inviernos,
al pisar suavemente el adoquín de tu calle.
en esta ciudadela de monjes poderosos,
de montes horadados y comercios elegantes.
Un cementerio guarda tus huesos más amados
pero con tus cenizas no han hecho monumento.
Sólo queda la casa, un clave, una plaza,
una silla, unas hojas, souvenires, un catre.
He venido hasta aquí tal vez para encontrar
la frase que ha evitado sabiamente el epitafio:
“Wolfgang Amadeus, músico y amante,
demasiado talento para tan breve vida.”

De Salzburg de caballos ilustres, venerables,
y dulces chocolates de cenicienta efigie
me llevo un violincito, turístico y portable,
el polvo en mis zapatos, fotografías de viaje.
Pequeña serenata, enorme sinfonía.

viernes, 1 de febrero de 2008

El vino del olvido

Partículas de oro de los tiempos idos
a fuego templadas por maestros volcánicos,
que con cada golpe conceden la forma,
resguardan celosas el vino del olvido.

Te lamo dulcemente y adormezco mis labios
Congelando ipso facto palabras inciertas.
Demoro el momento de darte mis entrañas
Y dejo en tu contorno mi mejor desengaño.

Y cuando finalmente me tiro de cabeza,
Con la garganta rota y el corazón ardido,
En la mortal piscina de superficie inmóvil,
Me devuelves la calma del cristal bendecido,
Inerte, inalterable. Y aún queda la tristeza.

jueves, 24 de enero de 2008

Orfeo

Dame de tus dones el don de los tambores
que a tu rítmica cadencia
yo sabré colocarle justa rima.
O no.
O improvisaré torpemente sinsentidos,
oquedades, redundancias cacofónicas,
obviedades, esperpentos olvidables.
Sin embargo...
Amo tan físicamente la música
que brota de la lluvia o de un martillo
que las palabras, obedientes, se acomodan.
Me acomodo
para disfrutar de la fiesta de tu alma
para la danza tribal de tu poesía.
Orfeo…Y yo, Eurídice.

jueves, 17 de enero de 2008

Leyendo lápidas en Père Lachaise

Aquí yace Jane Avril, musa inspiradora,
inmortal en el burlesque multicolor del genio breve,
codeándose, coqueta y seductora,
con el poeta de la cárcel de Reading.
Allí, se aman definitivamente
el gorrión de París y el tímido Marcel,
frente a Yves, el galán, y Simone Signoret.
La llovizna tizna la tierra pelada
sobre quien supo ser Paul y también fue Eluard
y es tan sólo una parcela sin pájaros ni flores.
Isadora enrosca su fina chalina
en los fríos corredores de nichos apretados.
Sus blancos pies descalzos necesitan más espacio.
El duende de tu son, che Federico,
no descansa en paz. Descorazonado,
tu triste cuerpo tísico aún llora por la Sand.
Un disparate kitsch y setentista
acompaña al lisérgico poeta americano.
“Jim Morrison: murió joven para ser un mito”.
Y aquí Racine, y allí Molière y algún sudaca en su exilio francés.
Y el horror de Auschwitz y Dachau
en memoriales absurdos de realismo.
Me demoro sin prisa y con la lluvia indecisa
frente al mamotreto azteca de Oscar Wilde.
Beso en su frente mórbida a estos muertos ilustres,
desde mi sincera admiración colonizada.

Otra lágrima ha rodado en Père Lachaise.

jueves, 10 de enero de 2008

La Esfinge de Tebas

Para J.

¿Dónde estará aquel que sabe la respuesta?
¿Cuándo acontecerá el milagro que me permita arrojarme satisfecha
hacia la sima?
Espero a un Edipo, a un rey sin corona, sin pasado, sin futuro
que atraviese la dialéctica estéril de mi boca,
que no se deje engañar por la blandura de mi pecho
y que no tema a las garras con que defiendo bravamente
mi pedestal de monstruo mitológico.
De vez en cuando devoro algún incauto
que se acerca, atraído por el desafío milenario.
Pero ya no disfruto de mis artes ilusorias
porque me invade la melancólica certeza
de que una vez más he fallado en dar las pistas.
Otras veces, las menos, las fugaces
se detiene a mi vera algún príncipe valiente
un noble caballero, un espíritu supremo,
y mi naturaleza hierática de esfinge
se debate con mi sangre y mis entrañas.
Es entonces cuando deseo locamente
desprenderme de las zarpas,
destrozar de un beso la dialéctica,
convertirme en mujer,
para romper el mito y arrojarme a la sima de sus brazos…