A 32 años del golpe de Estado, justicia y memoria
Durante una larga noche sin luna y sin estrellas
Los inmortales iniciaron su viaje hacia la nada.
Cientos y miles caminaron sin huellas
Y se perdieron, eternos, como las esperanzas.
Un par de gritos mudos, una ciudad dormida,
Un adiós infinito y una tumba vacía.
Entonces mis doce años fatigaban infancia
Y el monstruo de la noche sin luna y sin estrellas
Tenía una entidad demoníaca y mágica.
Los hombres le temían y evitaban las sombras.
Conjuraban su hechizo con éxodo y mordaza,
Cerrojos que cerraron las bocas y las casas.
Mientras, los inmortales, librados a su suerte,
Volvíanse fantasmas. En el límite difuso de la vida y la muerte
Eran vivos murientes, eran muertos vivientes.
El monstruo de la noche desterró el paraíso:
La vida era un infierno, la muerte un purgatorio
Y el alma condenada a vagar en el limbo.
Perdida la inocencia, una luna brillante
Hirió los ojos ciegos. El horror se ilumina, la sombra se evanesce
Y el monstruo que regresa maltrecho a su guarida,
La historia se reescribe con los nombres ausentes
-aún los inmortales le temen al olvido-
Entonces yo recuerdo de una vez miles de vidas:
Un par de gritos mudos, una ciudad dormida,
Un adiós infinito y una tumba vacía.
jueves, 27 de marzo de 2008
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