jueves, 10 de enero de 2008

La Esfinge de Tebas

Para J.

¿Dónde estará aquel que sabe la respuesta?
¿Cuándo acontecerá el milagro que me permita arrojarme satisfecha
hacia la sima?
Espero a un Edipo, a un rey sin corona, sin pasado, sin futuro
que atraviese la dialéctica estéril de mi boca,
que no se deje engañar por la blandura de mi pecho
y que no tema a las garras con que defiendo bravamente
mi pedestal de monstruo mitológico.
De vez en cuando devoro algún incauto
que se acerca, atraído por el desafío milenario.
Pero ya no disfruto de mis artes ilusorias
porque me invade la melancólica certeza
de que una vez más he fallado en dar las pistas.
Otras veces, las menos, las fugaces
se detiene a mi vera algún príncipe valiente
un noble caballero, un espíritu supremo,
y mi naturaleza hierática de esfinge
se debate con mi sangre y mis entrañas.
Es entonces cuando deseo locamente
desprenderme de las zarpas,
destrozar de un beso la dialéctica,
convertirme en mujer,
para romper el mito y arrojarme a la sima de sus brazos…



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