Dame de tus dones el don de los tambores
que a tu rítmica cadencia
yo sabré colocarle justa rima.
O no.
O improvisaré torpemente sinsentidos,
oquedades, redundancias cacofónicas,
obviedades, esperpentos olvidables.
Sin embargo...
Amo tan físicamente la música
que brota de la lluvia o de un martillo
que las palabras, obedientes, se acomodan.
Me acomodo
para disfrutar de la fiesta de tu alma
para la danza tribal de tu poesía.
Orfeo…Y yo, Eurídice.
jueves, 24 de enero de 2008
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